miércoles, 3 de julio de 2013

Aquí estoy amigo mío

Yacía con cuerpo joven una mujer de avanzada edad, en el justo lugar donde antaño quedó con un amigo.
El azar trajo a un hombre de avanzada edad paseando cabizbajo por el pesar de la vida, al alzar la mirada vió tendida a la joven e intentó despertarla sin éxito.
Yacía muerta la muchacha.
En eso se aproximó un transeunte, atónito, al ver como el otro ni reparaba en el cuerpo de la joven, le preguntó.
- Buenas noches joven ¿no ve a la muchacha?, ¿desde cuándo está aquí esta chica?

             Y el otro respondió:
- Yace desde hace tres años y nadie del lugar la hemos querido tocar, así lo pidió.
Es una triste historia.
Era yo pequeño y la veía pasar todos los días hacia el mismo lugar a la misma hora, permanecía unas hora y marchaba hasta el día siguiente, conforme pasaban los años permanecía más tiempo, así hasta envejecer.
En una ocasión, me aproximé a ella, le pregunté porque iba todos los días y me respondió que esperaba a un amigo que le pidió tiempo y ella se lo quería dar, pero no quería moverse por si regresaba y no la encontraba.
Llegó el día que ya no podía andar, por su avanzada edad, fueron sus hijos quienes la trajeron tumbada en una vieja cama y fue su voluntad ahí permanecer con una carta en su arrugada mano
Nos dejó indicado que nadie tocase la carta y si un día alguien lo veía pasar y ella había desfallecido en la espera, le indicase que tomase la carta y la leyese.
Una mañana al pasar por aqui, como todos los días, vi que la anciana había desaparecido y en su lugar yacía esta joven invulnerable al tiempo, siempre joven, sobre esta nacarada concha. Supe que era la anciana porque en su mano tomana su preciada carta y cumpliendo sus deseos ahí la hemos dejado.

Entonces, el anciano recordó a su amiga, de la cual ya no supo nada, alzó la mirada nuevamente y la reconoció, era ella, tal cual la dejó, empezaron las lágrimas a deslizarse por su anciana cara, miró al muchacho y le dijo:
- Soy yo, soy su amigo, me esperaba a mi y no reparé jamás en que el tiempo pasa y las palabras permanecen en los corazones.
Se agachó hasta la muchacha con esfuerzo, le dió un beso en la frente dándole las gracias, tomó la carta, la abrió sentado junto a ella y empezó a leer:

" Mi querido amigo, como dijo en una ocasión Óscar Wilde, ... si no tardas mucho te espero toda la vida.
Sabía que no me dejarías que te tomarías tu tiempo y volverías junto a mi. Aquí estoy amigo mio, junto a ti por fin"

Perdóname, dijo él llorando , 40 años me has esperado, cuarenta años he tardado en comprender que cuando se llega al alma de alguien las palabras perduran más allá de la vida.

Se levantó con la ayuda del joven transeunte y bajando la cabeza nuevamente se alejó.
Al poco tiempo, la muchacha desapareció, su mensaje había llegado y estuvo por última vez con su amigo.

5 comentarios:

  1. Final feliz, besos, Sí, me gustó, Abrazo.

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  2. Esperar y dejar que pase el tiempo no siempre es la mejor opción. El tiempo nos arrastra con él, y a veces, casi siempre, es demasiado tarde.

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    Respuestas
    1. Realmente pienso lo mismo que tú,
      ¿cuántos hay que deciden esta opción y luego se dan cuenta cuando es tarde?
      Se les olvida regalar latidos y luego lo echan de menos porque ven que no pueden ;)
      Un fuerte abrazo

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  3. Coincido con Cristina.
    Dejar pasar el tiempo es perder oportunidades.

    Besos.

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