martes, 14 de junio de 2011

Dioses y hormigas

Todos nos sentimos dioses en ocasiones,
por cosas insignificantes,
por cosas memorables que recordar,
es bueno sentirse así.

Yo me siento una pequeña diosa cada día que me levanto y miro lo que he creado,
con la ayuda de un hombre dos niños maravillosos
con la ayuda de un arquitecto y unos operarios y mis órdenes edificios humildes y no tan humildes....

En ocasiones nos sentimos hormigas,
tan solo por observar,
es bueno sentirse así.
Yo me siento una insignificante hormiga,
cuando admiro las magestuosas catedrales, las pirámides de Egipto y otras edificaciones realizadas por los hombres a lo largo de la historia,
cuando observo la belleza de las montañas y su naturaleza desde un gran cortado o desde la propia cima,
cuando absorta me quedo frente un acantilado viendo volar las gaviotas

y cuando el único ruido que perturba la paz es el sonar del mar y el latido de mi corazón, que palpita por lo pequeña que me siento y a la vez magestuosa por pertenecer a tan gran inmensidad

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